24 febrero 2011

Diario

*Este texto, transcrito íntegramente en una servilleta cuidadosamente guardada entre dos placas de vidrio me fue dado por uno de los amigos de Janos. A dos años de su muerte, lo publico sin más que decir.
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El tiempo y el chancho
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Hoy, por primera vez en mi vida, vi orinar a un chancho. Lo hacía a un lado del carretero, sin descaro y frente a otros de su misma especie, cerca a unas cuantas casas de caña. No hablo en metáfora ni intento representar a alguna clase social de mi país. Esta noche no estoy para esas sutilezas. Era un chancho, un cerdo, un marrano, el animal de donde proviene el jamón y la fiebre porcina. Tenía la piel cubierta de un pelaje muy corto y amarillento, así como amarillo era el chorro que salía de él, mojando la tierra, el polvo.
Es extraño como se graba en la mente un suceso que nunca antes mis ojos habían observado, lo tengo muy presente, como si lo siguiera viendo: yo en el carro, viento, polvo, asfalto, cabañas semidestruidas, chanchos por aquí y por allá, y entre todos ellos uno solo que agacha su trasero para orinar como perro hembra. Debe ser el encanto de las primeras veces o un secreto fetiche por los chanchos, o el orine animal. Talvez ninguna de las dos, porque todo en la vida es nuevo, nada ocurre dos veces y a veces pienso que ni siquiera una sola. Este aire que respiro no es el mismo cada vez, los objetos que miro no son iguales tras cada pestañeo: el reino del tiempo ha ejercido su mandato. Yo mismo no soy el mismo un segundo después de ahora. Cada segundo estamos muriendo, cada segundo alguien nace y alguien muere. Muere, mueren, morimos, moriré. Hoy me enteré de la muerte de alguien conocido. Un eslabón más que se disuelve. Todo es tan efímero, nacen, mueren, nacen, mueren, y cada tanto emerge la vida, el placer de vivir, el disfrute de algo que no es seguro.
Hoy nunca más será hoy pero siempre tendremos los recuerdos, que no sirven de mucho pero ahí están, como anclaje y resorte simultáneamente. Talvez algún día, karma mediante, me convierta en chancho.

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