28 julio 2012

Hija en la sombra

Por lo que un hombre se convierte en borracho, monstruo o mendigo es por la luz. Y la luz no es nuestra. 
LEOPOLDO MARÍA PANERO 

Siempre fue el más inteligente de todos nosotros. Lo leyó todo. Y lo conoció todo, también. Yo tenía muchísimas ganas de abrazarlo y preguntarle todo lo que hizo pero solo pude asomarme al cuarto por un momento y observar desde la seguridad de la puerta. Antes de que mamá me llame para servir la mesa logré escuchar a mi tío recriminándole por haber partido sin avisar, mi padre lo consolaba en su regazo paseando sus manos por su cabeza desnuda. Pero yo le vi los ojos, a mi hermano, al bastardo egoísta que me dejó aquí cuando fui yo quien le enseñó los textos de los peregrinos y los mapas de los caminos ocultos que llevan a las ciudades. Ahora el bastardo regresa porque seguramente allá nadie se abrió de piernas ante él, porque no tiene quién lo alimente y por eso está tan flaco y descuidado a causa de la falta que le hicieron mis bocadillos. Ahora regresa y pretende volver a ser el favorito a pesar de que se gastó su dote entera y parte de la mía. Bastardo. Yo debía recorrer los callejones de Alejandría y las plazuelas de Roma, surcar el Mediterráneo hasta la Tierra Nueva. Y así. Bastardo. No sabe lo que es la Luz.


Vuelta del hijo pródigo
Rembrandt

22 julio 2012

Melomanía precoz de cocina

Lado A
Creo que tengo problemas: necesito del ritmo de mis canciones favoritas para poder hacer el amor a mi gusto y con placer. El Whatever people say I am, that’s what I’m not de los Arctic Monkeys (2006, Domino Records) es el soundtrack perfecto para una sesión de amor con mi enamorada. Apenas llegamos le puse el disco y empecé a preparar unos cuba libres con el ron que habíamos comprado. Pero ya la sentía dura y antes de humedecer mis calzoncillos (me avergüenza tener que decirlo ahora) la abracé y la pegué a mí con mucha delicadeza para que no note mi erección. Estuvimos así durante un rato y poco a poco nuestros labios se juntaron en un beso larguísimo que nos dejó sin aliento. Nos separamos un momento y ella se arrodilló sin dejar de verme a los ojos y procedió a recorrer mi cuerpo con sus manos. Me besó en todas partes, lamiendo con cuidado mi miembro erecto y tembloroso. Cuando se detuvo aproveché para lentamente acariciar sus piernas, sus muslos y su entrepierna. Alcé cuidadosamente su vestido, la penetré con dulzura apoyados contra la mesa mientras mis manos rodeaban sus pechos. Empezaron los primeros acordes de Mardy Bum y nos deslizamos hacia el suelo, yo debajo de ella. Seguimos haciéndolo muy despacio, sintiendo el sudor nacer y morir como ríos fantasmales. Seguí tocándola. Y como en una elipsis empezó a sonar When the sun goes down y sentía que me venía. Apretamos el paso, me acerqué a su rostro, la besé, me levanté (no recuerdo a qué velocidad) y cuando iba a elevarla hacia mí... ¡terminé en su rostro! Creo que nunca me lo perdonará.


Lado B
Está obsesionado con los discos de vinilo, tiene una colección escandalosamente inmensa de LPs de sus bandas favoritas. Pero mi novio detesta los EPs y los singles, a pesar de que sabe que se está perdiendo grandes joyas de sus músicos favoritos. Anoche cuando estuve en su casa puso en el tocadiscos el primer álbum de los Arctic Monkeys, yo estaba a punto de iniciar una discusión sobre las ventajas de los reproductores de mp3 pero antes de tomar la cantidad de ron necesaria, él me abrazó y me sentó en la mesa. Empezamos a besarnos con mucha fuerza, con intervalos adecuados para respirar, humedecer los labios y acabar con los cuba libre a medio preparar. Con un poco de alcohol dentro no me importó que la ventana esté abierta ni que las luces permanezcan encendidas. Sin más reparos lo aparté, le bajé los pantalones y empecé a mamársela, él se apoyó en el lavadero mientras yo lo engullía por la entrepierna. Paré un momento para tomar un poco más de ron y él alzó mi vestido para penetrarme por detrás, a duras penas logré sostenerme de la mesa para no caerme por las embestidas. La música seguía sonando, con Mardy bum nos echamos al suelo. Lo monté muy despacio, con leves movimientos circulares mientras acariciaba mis senos, así hasta el intro de When the sun goes down cuando todo se aceleró y tanto salvajismo parecía salido de un rodeo montubio. Cuando me di cuenta, había terminado en mi cara. ¡Dios, lo amé!

07 julio 2012

Voy a salir por esa puerta


Llevo caminando más de quince minutos, las casas aparecen cada vez más distanciadas entre sí, como si el pueblo se dilatara hasta desaparecer. No he tenido la fuerza necesaria para levantar la vista y fijarme en otras personas, pero sé que no me encontraré con nadie a esta hora. Tuve que salir de allí, no me siento feliz y se lo dije, pero seguramente no entenderá, la gente nunca entiende. Y probablemente yo nunca termine de entenderlo.

Anoche le dije que no me sentía feliz. De hecho, creo que estoy deprimida, pero eso no es lo que importa ahora. Cariño, me siento muy mal, le dije, y me molesta cuando siento que me abandonas. Él se quedó callado más de un minuto hasta que se levantó (estaba acostado en la cama) y me dijo: No te molestes más, solo de una cosa estoy seguro y es de que voy a salir por esa puerta. Y así, sin más, se puso los zapatos y se fue.

Dormí en la estación de autobuses. No, en realidad no dormí, solamente me acosté en una banca cerca de la garita del guardia y esperé a que amanezca. Por suerte tenía algo de dinero y pude comprar una cajetilla de cigarrillos. Así pasé la noche, fumando y tomando café de la máquina expendedora. En la estación duermen también muchos vagabundos y gente viciosa pero ninguno se acercó a molestarme. Me di cuenta de que hay cierta complicidad entre los desposeídos, algo así como un acuerdo tácito de no entrometerse en las desgracias ajenas.

No sé dónde rayos pasó la noche, me tiene muy preocupada. Es decir, es un imbécil, me dejó abandonada en este motel de cuarta pero lo sigo queriendo y me preocupa que le haya pasado algo. Él no está bien, algo le pasa, desde hace algunos días lo he visto muy callado, se pasaba acostado en la cama todo el tiempo. No te deprimas, le dije. Pero no me hizo caso, nunca quiere hablar. Me molesta cuando siento que me abandona.

Llego hasta una cabina telefónica y sin saber bien por qué, siento unas ganas terribles de llamarla, de escuchar su voz. Me busco en los bolsillos y encuentro algo de suelto. Marco. No contesta. Vuelvo a marcar cinco minutos después y ella agarra el teléfono.

Todo va a estar bien, me dijo. Enseguida supe que me estaba mintiendo: detesta hablar por teléfono y de repente lo hace para decirme que todo va a estar bien. Una mentira de mierda. Ya nada va a estar bien. No pude aguantar más y me eché a llorar mientras me seguía diciendo que todo va a estar bien. Nunca te voy a entender, le dije. Y colgué.

Me colgó. Creo que ni siquiera escuchó todo lo que le dije pues se puso a llorar. Camino de vuelta al motel y le dejo una nota con el portero. Voy hasta el estacionamiento, busco el auto y me marcho.

Pequeña, ya no me importa más. Solo eso. Ya no podía llorar más, las novias nunca entienden, la gente nunca entiende, y, por sobre todas las cosas, yo nunca lo voy a entender. Pero solo de una cosa estoy segura, y es del hecho de que voy a salir por esa puerta.