15 abril 2011

Diario (Autobús)

Se abren ante mí las piernas de la maravilla
y todo juega, canta y ama para mí
Lunático - La Culebrona


La ola se cerró a unos tres metros enfrente de mí. Seguí remando hasta que la vi muy grande como para hacer el patito. Deslicé la tabla hacia un costado y me sumergí justo en el instante en que esa muralla de espuma se derrumbaba encima de mí; con tal suerte que la tabla, que había permanecido a mi lado, golpeó mi cabeza con toda la fuerza de la ola. “Se acabó, voy a quedar inconsciente y nadie llegará a rescatarme”. Fue lo primero que pensé mientras aun estaba bajo el agua. Luego salí a la superficie y mi siguiente alivio fue saber que no sangraba. Sin embargo la intensidad del dolor y el fuerte sol de mediodía me hicieron temer por un desmayo o una insolación. El set recién había pasado y remar hasta la orilla nunca es buena idea; esperé un poco y con el siguiente set traté de coger un par de olas pero fue imposible. La tercera reventó detrás de mí y no dudé en irme en esa, acostado sobre la tabla hasta la orilla.

Hoy recuerdo perfectamente ese día. Sentado en el bus rumbo a Playas no queda más que ponerse a pensar. Junto a mí va Panamito. En un par de horas esperamos estar surfeando en Puerto Engabao. Son las 5:30 de la mañana. En doce horas tengo clases en la universidad; aquí en Guayaquil, por supuesto. Pero a esa hora probablemente esté todavía en el agua. Normalmente viajo a Playas los fines de semana, a surfear como un turista más, en una playa que me vio crecer y me vio partir. Sin embargo, siempre que hay la oportunidad, o más bien siempre que el oleaje crece, hago el viaje; no importa lo que deje de hacer en la ciudad. Hoy hemos salido bastante temprano, yo no soy de los que madrugan ni de los que patrullan la playa pero ayer se acabó el aguaje y para hoy se esperan olas de más de dos metros. Muy grande y muy poblado como para ir a Puerto Engabao, creo que si Los kilómetros no están que hacen tanto tumbo todo será de Chabela para atrás, lo mejor para mí será ir a El sapo o a Olas verdes. Mientras tanto miro por la ventana y a los habitantes de la Perimetral salir a trabajar.

En los años cincuenta y sesenta las contraculturas se hacían presentes en cada país del planeta donde la inequidad en la distribución de la riqueza y las luchas por implementar un solo sistema económico y político creaban jóvenes rebeldes e inconformes. En Europa se redescubría el anarquismo y las tesis revolucionarias a través del situacionismo, el dadaísmo y el surrealismo que fue lo único bueno que nos dejó el acomplejado Freud. Mientras tanto en Estados Unidos, aparte de lo antes mencionado, los jóvenes se reapropiaban de sus ciudades y de sus cuerpos, formaban pandillas de motociclistas, experimentaban con drogas diferentes a las que se expendían en las farmacias por el placer de la ilegalidad; en el sur de California, donde la mayoría de las ciudades tienen nombres en español, las personas vivían en guetos que colindaban con el mar, aquí el surf era su contracultura: joder al sistema teniendo la mayor diversión posible, no trabajar, no mantener ni ser mantenidos por el estado, redescubrieron la conexión con la naturaleza antes que los hippies y sin babosadas de amor y paz.

Pienso en Ecuador, donde las casas más pobres y los poblados más olvidados por lo general se encuentran a orillas del mar. Saliendo de la perimetral pasamos por una serie de ciudadelas privadas donde se han olvidado del espacio público pero no les importa porque tienen el dinero para hacer del Caribe su propio espacio público. Desde ahí para adelante todo cambia, no hay otra ciudad, todo es una sucesión de pequeños pueblos donde el mayor progreso consiste en la autopista que los une como nudos en una piola. En algunos lugares el surf representa la escapatoria a una vida de condicionamientos y normas sociales. Ahora ya no hay contraculturas pero siempre tendremos rabia dentro nuestro, porque nos deben todo.

A Panamito seguramente le dirían que es un souther si estuviera en California. Es de los surfistas que les encanta joder vida y llevar una vida de acuerdo a los estándares dictados por la estética del surf-marketing. Es buena onda y siempre está dispuesto a irse de surfari, aun cuando las condiciones dan para lo peor. Lo bueno es que le encanta comer y cuando estamos cruzando el peaje saca de su mochila una funda de tortolines.

- Loco ahora dejamos las cosas en tu caleta y nos vamos de una a Chabela
- Simón pero hay que ir a ver cómo está afuera de tu casa pues, ¿o te ahuevas?
- Nada Panamito yo no me ahuevo, habla bien. Si igual vamos a terminar surfeando El sapo, que no se llena tanto y la ola todavía viene grandecita
- ¡Bien que se te hace! Oe cierto no te olvides de sacar la cera, verás… Cha que no se sube ni un puto vendedor, ¿trajiste agua?
- Si, toma

Mientras Panamito se toma mi agua noto que la puerta del bus va cerrada. Ya no dejan subir vendedores ni pasajeros en el camino. Hace un par de meses un accidente de tránsito endureció los controles policiales, de repente se acordaron de las leyes. En dos meses se olvidarán de nuevo. Ya van a ser las seis y media, a esta hora ya está bastante claro y el chofer apaga las luces que rodean al autobús. Las Posorjas-ovnis les dicen algunos.

- Y hasta que apagaron tanta huevada
- Jaja la plena esta nota parece discoteca rodante
- Volante más bien si estos manes van a más de 120 como si nada
- Quisiera saber cómo sería ver pasar uno de estos buses desde el pie de la carretera, una masa de lucecitas multicolores que emiten tecno cumbia a mil por hora jajaja
- Lámpara, oe pásate la funda de tortolines que ya me dio hambre

La verdad ya no es solo tecno cumbia, también salsa, boleros y vallenato. De repente pasan una cumbia agradable que siempre me hace recordar a La Culebrona.

Tras más de una hora de viaje ya pasamos Cerecita y pronto estaremos por Progreso. Siempre he querido viajar al lado de alguna pelada buena pero nunca se me cumple el sueño. No es que diga que las peladas de por acá son feas pero simplemente no me atraen. Es más, la gente por acá, ahora que lo pienso bien, son indígenas. Es decir, no tienen costumbres indígenas pero tienen los rasgos del habitante de la sierra o del amazónico. Incluso tienen un acento un tanto extraño que me da risa, es como un cantadito cuencano pero, no sé, no es como el costeño mestizo. Alguien debería remontarse a los orígenes de estas personas, de estos que nunca sufrieron el mestizaje genético pero que sin embargo lo perdieron todo ante la imposición de la cultura occidental.

Llegamos a Progreso finalmente a ritmo de la Wendy Sulca, el más exitoso producto de exportación peruano, y contra todo pronóstico el bus se llena de vendedores.

- Hasta que al fin hijueputa, ¡colita!
- Jaja pilas Panamito cómprame una coca
- Loco estos manes no venden coca, les sale muy caro y más difícil de lograr ganancias
- Ya lo que sea, entonces una semen-up
- Jajaja pilas

Pasadas las 7 de la mañana estamos llegando a Playas. Ya no recuerdo lo que desayuné y eso es señal de que estoy bien despierto. En San Antonio el bus se queda casi vacío. Hay muchos jóvenes de Progreso estudiando en el colegio militar que hay aquí. Puedo ver también del otro lado de la carretera los buses que vienen de Playas, con más estudiantes de caqui. Recuerdo que debería estar yendo a mi clase de la mañana, recuerdo que tenía que pagar el arriendo y recuerdo que debería empezar a buscar trabajo. Luego recuerdo que probablemente hoy vea a la chica del funboard amarillo y una mueca se transforma en sonrisa en mi cara. Panamito me mira y me pregunta por qué me estoy sonriendo y que si estoy loco.

- Oe ¿te acuerdas de la man con el funboard amarillo?
- Uuuhh jajaja ¿te gusta? Si, es bonita

Ya pasaron dos horas desde que salimos de Guayaquil. El bus llega a Playas y me estiro en mi asiento, estoy a punto de levantarme y ponerme a calentar de la desesperación. Luego de dar unas cuantas vueltas por las calles de polvo, que por debajo tienen asfalto, llegamos a la iglesia central. Aquí se baja la mayoría de los pasajeros, suben unos cuantos, pasan un par de minutos y continuamos rumbo a Posorja. Mi casa está en esa vía. En el camino vemos con Panamito a surfistas saliendo de todas partes, todos rumbo al mar. Repasamos el plan: dejar las mochilas, cambiarnos de ropa (cada uno por su lado, obviamente), agarrar platita, guardar el bloqueador y coger las tablas. La carretera pasa cerca de la playa, no veo más que murallas de espuma blanca. Llegamos a mi casa, el autobús disminuye la velocidad para que nos bajemos y sin embargo creo que aún va muy rápido. El conductor conversa con una muchacha con uniforme escolar y el oficial nos dije que bajemos pronto. Pongo mis pies en la tierra, el viento está offshore. Que se jodan todos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

q nos jodamos pues!! y ahi vivir la vida :D